En las Cortes de 1931, Ortega dijo a los parlamentarios: “No hemos
venido aquí para hacer el payaso, el tenor ni el jabalí”. Si Ortega asistiera a
una sesión parlamentaria de hoy en día, comprobaría que los payasos no tienen
la más mínima gracia; tendría que taparse los oídos ante los atronadores
disparates de los tenores desvergonzados; y podría comprobar, horrorizado, que
los jabalíes hacen ostentación de su salvajismo con absoluto descaro.
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