Para la maravillosa Ana
Apoyado en la barra, despotrica contra todo y contra todos. “Todo está mal”, escupe su mirada turbia… Sin embargo, cuando vuelve a su casa a las tantas de la madrugada golpea con furia etílica a su mujer cuando le reprocha que el dinero que dilapida en el bar es imprescindible para hacer frente a los implacables gastos domésticos cotidianos.
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