Qué libre me siento cuando los que saben de literatura sentencian que es
mejor que me dedique a otra cosa, que no valgo para esto, que puede que esté
dotado, o superdotado, para otros menesteres..., pero no para el arte, ay, tan
difícil, a poco que te muestres exigente. Qué libre me siento escribiendo, desobediente,
estas cosas mías sin importancia, aceptando mi condena irremediable. Qué libre
me siento: no tendré que dar palmaditas en la espada, ni recibirlas, ni
aplaudir a analfabetos "juntapalabras" que se autocalifican de poetas, ni aclamar
perogrulladas demagógicas supuestamente ingeniosas… Sí, qué libre me siento.
Buena puya!
ResponderEliminar