El vanidoso raramente está dispuesto a morir por las ideas que profesa,
y mucho menos en privado, sin periolistos que lo inmortalicen dándolo todo…
Otra cosa es que se descuide mirándose el ombligo, y el inquisidor de guardia (¡siempre
hay uno!) le ponga encima su mano de acero y lo triture en off.
No hay comentarios:
Publicar un comentario