En el nacionalismo (cualquier nacionalismo) se unen dos formas de la
estupidez humana: una vanidad clasista y un violento dogmatismo, ambas con
carácter despreciativo. A veces, se les suma un victimismo ridículo y artificial,
como el que profesa esa garrapata llamada Artur Mas, que asiste a los actos de
beatificación de la santa cruzada contra los infames rojos junto a la cúpula de la
siempre amorosa, constructiva y civilizada Conferencia Episcopal Española.
No hay comentarios:
Publicar un comentario