Si nos proponemos encontrar algo sospechoso en las palabras de alguien,
siempre lo conseguiremos, pero ese empecinamiento no traerá ningún resultado
político creativo… Pablo Iglesias no es un dios redentor, pero tampoco es un demonio
irrecuperable. Pablo Iglesias no importa un carajo; importa lo que del
sugerente programa político de Podemos se pueda poner en práctica mañana mismo.
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