Tengo delante el libro de Ernesto Sabato que estoy leyendo “España en los diarios de mi vejez” junto a una
fotografía en la que aparecen reunidos Sabato y Videla, también está Borges… Fue
tomada el día que Sabato y Borges almorzaron con Videla, dos meses después del
golpe de Estado. Tras dicho almuerzo Sabato declaró que había encontrado a Videla
“respetuoso, inteligente y culto”. Hay días en que es mejor no levantarse… Los
grandes hombres cometen grandes aciertos y grandes estupideces, porque se
mueven en ámbitos donde todo lo que allí se hace tiene gran relevancia. Cualquier
patinazo, te acompañará de por vida, sobre todo en la memoria de los mezquinos... Tengo amigos argentinos en Facebook:
Ernesto, Laura, Miguel, entre otros. No me gustaría herirles con mis palabras. Por ello, voy a preguntar más que a opinar. Cuando
vemos en el escaparate de una librería un libro de Sabato, ¿identificamos a
este escritor con los presupuestos ideológicos de la infame junta militar argentina? ¿No tenía
conocimiento José Saramago de esta lamentable fotografía y sus no menos
lamentables palabras de encomio a la bestia Videla? Claro que tenía noticia, tanto
de la foto como de las estúpidas palabras, pero ello no le impidió venir expresamente
desde Nueva York hasta Madrid y considerar un honor proclamar la laudatio en el
solemne acto de investidura como Doctor Honoris Causa de Ernesto Sabato por la
Universidad Carlos III; tampoco le impidió fundirse con él en un abrazo de hermanos.
¿Las pocas horas que duró el encuentro con Videla pueden compararse con la
miles de horas que Sabato dedicó, hasta el último de sus días, de sus casi 100
años, a defender por todo el mundo la dignidad del hombre, su esperanzada lucha por potenciar lo más noble
que hay en él? Yo creo que un ser humano es un poliedro, un ser contradictorio,
con luces y sombras. En un hombre de la talla de Sabato todas estas
características se multiplican considerablemente. Lo único que yo conozco que tenga forma humana
y no sea así, se llama estatua. Por ello, creo que ganamos más intentando
comprender, que juzgando estúpidamente.
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