Borges logra en su obra aquel deseo tan bellamente expresado por Juan Ramón
Jiménez en las diferentes versiones del poema Eternidades. Efectivamente, Borges
posee el don de expresar impecablemente el nombre exacto de las cosas, tanto de
las que le rodean como de las inventadas por su deslumbrante imaginación. La
adjetivación borgiana, precisa y sugerente, reveladora de múltiples matices
insospechados, dota a la realidad de una vitalidad y riqueza fascinantes. Es
por ello que resultan irrisorios todos los intentos de imitar a Borges.
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