Todos los gobernantes del mundo sueñan con un pueblo lleno de dóciles personas de orden.
El histerismo patriótico yanqui, el patriotismo histérico televisado para amedrentar
a las provincias del imperio neoliberal. La masa victoriosa jalea la detención
de un tarado peligroso, aunque no tan peligroso como el director de la planta
química de Texas. Ya sabemos que los previsibles bomberos no pueden compararse en espectacularidad
al ya legendario FBI.
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