EL ENTIERRO
A su entierro asistieron el último amante de su esposa, el jefe que lo
despidió sin contemplaciones de aquel trabajo que tanto le costó conseguir, un
ex compañero de colegio que tenía por costumbre robarle la mitad del bocadillo
en todos y cada uno de los recreos y un tipo que le debía dinero desde hacía un
año. Todos dijeron unas pocas pero sentidas palabras. El amante destacó que el
difunto era un marido respetuoso con las aficiones de su mujer, el jefe
despótico habló de la humildad del fallecido, el ex compañero recordó su
afabilidad y el moroso afirmó entre sollozos que el finado era un dechado de
generosidad y desprendimiento. Finalizado el entierro, fueron a tomarse una
cerveza a un bar que había enfrente del cementerio, y brindaron por la memoria
de un hombre que todos coincidieron en calificar de buenísima persona.
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