Hace florituras pueriles, suicidas. En el medio juego sus piezas son bailarines
con pies de barro, no guerreros sigilosos y eficaces. Durante toda la partida sus
movimientos ponen de manifiesto que olvida lo esencial: lo importante es el
jaque mate inapelable. Cuando le ofrezco mi mano y le digo que me ha enseñado
muchas cosas, me mira sorprendido.
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