miércoles, 28 de junio de 2017

Parece ser que Trump se aplica en el melón un producto contra la alopecia que “produce alteraciones psíquicas”… Lástima que ya nadie corte cabelleras.


La única medalla que vale es la que otorga el Tiempo. No hay nada que la oxide, ni siquiera la envidia, esa babosa estreñida.

lunes, 26 de junio de 2017

Trae golondrinas, libélulas, salamandras. Abre la boca y echan a volar. No estas últimas, por supuesto, que, ya en el suelo, se quedan paralizadas, tal vez incrédulas por haber sobrevivido, ilesas, entre los dientes de Rita, gata que nos tiene fascinados. Llegó una noche, hace dos años, sucísima y famélica, huyendo de una catástrofe… En invierno, mete una pata en el cuenco para comprobar la temperatura de la leche, y si no le convence, me mira como diciendo: “Sé que lo puedes hacer mejor”. No se fía de los humanos. “Traumas infantiles”, asegura la veterinaria. Ni que decir tiene que yo le caliento la leche. A la gata, no a la veterinaria. 

domingo, 25 de junio de 2017

domingo, 18 de junio de 2017

Si construyes una chabola para dar clases en el infierno, los trabajadores de IKEA te dejan un millón de euros encima del armario.

martes, 13 de junio de 2017

Piedra arrojada al mar, moneda lanzada al aire, nube…, y el viento haciendo de las suyas. 

sábado, 10 de junio de 2017

jueves, 8 de junio de 2017

No te extrañes si te enteras de que los fanáticos religiosos más criminales viven mejor que todos los dioses juntos. 

miércoles, 7 de junio de 2017

Nada debilita tanto a nuestros enemigos como conseguir lo que ellos creyeron que jamás intentaríamos. 
De los pequeños enojos cotidianos no escapa ni la inteligencia más notable. 

sábado, 3 de junio de 2017

Ya quisiera cualquier moral limitar tanto la mentira y la verdad como lo hace la falta de imaginación.


Me dio un beso con lengua de signos que me dejó un sabor de boca inolvidable.

jueves, 1 de junio de 2017

Nadie puede decidir por nosotros con cuánta infamia somos capaces de vivir.
COMPRO LORO AL PESO. PAGO AL CONTADO. 
Todas las mañanas se paseaba con un ejemplar de The Times (las malas lenguas aseguran que siempre era el mismo) por la calle mayor de una ciudad mediterránea. No sabía inglés, pero vestía aproximadamente como un gentleman. A punto de cogerle el tranquillo al vaivén del paraguas, murió con puntualidad británica a la hora del té que no tomaba porque le sentaba como un tiro.