Voy al INSS a realizar unos trámites. Cuando llega mi turno, me siento
muy cerca de un hombre que parece que lleva el mundo encima de los hombros. La
funcionaria que me atiende se levanta para ir a fotocopiar uno de mis
documentos. El hombre que está a mi lado, con cara de catástrofe diaria, le dice algo a la funcionaria que lo está atendiendo, pero su voz es tan débil
que no lo entiendo. (Entre este hombre y yo no hay nada, pantalla, tabique, o
algo parecido, que permita garantizar la intimidad de cada uno respecto al
otro.) La funcionaria le replica, tajante:
-No me traslade sus problemas, que yo ya tengo bastantes.
El hombre disminuye de tamaño mientras que le confiesa:
-Estoy solo, señorita, con alguien tengo que desahogarme.
La funcionaria lo mira despacio, como una entomóloga a un insecto
desvalido, y, cogiéndole la mano, le dice:
-Bueeeno, si es por eso, cuénteme…
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