EL VIEJO CASERÓN
Entra llevando de la mano a su nieto más pequeño. Deambula por las
diferentes estancias sin soltar al niño ni un solo instante, y comprueba que el
viejo caserón está completamente rehabilitado. Al pasar delante de un antiguo
espejo, como sangre que mana de una vieja herida, vienen a su memoria los
gritos de los vecinos del barrio entrando atropelladamente, acosados por la
muerte. Durante unos segundos revive el pánico, una garra de acero que le
estruja el corazón, y los ojos queriendo escapar de las cuencas, alucinados. Ve
a aquella niña mugrienta temblando abrazada a su muñeca.
-Yo tenía tu edad cuando me refugiaba aquí con mi madre durante los
inclementes bombardeos.- confiesa a su nieto.
Recuerda los llantos de los bebés en brazos de sus jovencísimas y famélicas madres, imposibles de acallar…
Recuerda los llantos de los bebés en brazos de sus jovencísimas y famélicas madres, imposibles de acallar…
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