Las imágenes de las tropelías perpetradas contra los homosexuales en
Rusia ponen de manifiesto dos cosas: primera, el lamentable retroceso social de
naciones que ya considerábamos civilizadas definitivamente; segunda, el ascenso
al poder, votados por el pueblo, de determinados políticos energúmenos, como es
el caso de Vladímir Putin. Las imágenes son absolutamente indecentes y revelan
un grado de miseria moral impresentable. “Con una bestia no se puede razonar” (Séneca).
Efectivamente, con esta chusma cobarde solo vale la mano dura. No vamos a
convencerlos de que no tienen derecho a decidir cuáles son las orientaciones
sexuales aceptables y cuáles las inaceptables. Es un error fatal pensar lo
contrario, típico de los pensadores de la escuela de Bamby y de la Abeja Maya. A la vista está lo que supone no poner límites inquebrantables a la brutalidad
de estos bárbaros. ¿Y con los niños? Con los niños, educación, y más educación, para crear
ciudadanos dignos de ese nombre, capaces de respetar el uso que cada cual le dé
a lo que tiene entre las piernas, y evitar así la proliferación de hijos de
puta como los de las imágenes que nos llegan desde Rusia. En España también
hay unos cuantos de estos últimos, y encima líderes de opinión, o cargos
públicos. Aquí, de inquisidores, sabemos un rato…
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