jueves, 12 de diciembre de 2013

Qué ridículos e infames resultan esos seres que, tras una comida suculenta y una siesta reparadora, condenan, en sus cálidas y acogedoras salas de estar, a los hombres y mujeres que, desesperados, hacen todo lo posible por escapar de las múltiples bestias que infectan este cochino mundo.

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