Ardes en el Infierno, o eso espero, y así debe ser, es lo que mereces, por ignorar, megalómano, tantas ilusiones cotidianas, las hubieras podido tocar, acariciar, con las manos si hubieras prestado sólo un poco de atención, infame charlatán, borracho de ti y de tus grandes y grandilocuentes palabras vacías. El Infierno ya no está en ti; ahora tú estás en él. Que aproveche.
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