Acaba de establecerse en el barrio, y todas las peluqueras ya están
locas por él. Se han enterado de que pasó por la Academia de Operaciones Especiales
de Peluquería, batallón “No tenemos un pelo de tontos”, y que allí aprendió a
pelar erizos y puercoespines con sus propias manos. Cuentan que si alguno le
pedía, guasón: “Déjame las púas de punta”, lo pelaba al cero a base de
contundentes y precisos golpes de Kárate. Aseguran que nunca desapareció en
combate, y que era tan bueno que al terminar sus estudios fue condecorado con
honores capilares.
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