El grillo le impedía dormir. Blasfemando, se levantó, cogió una revista
de la mesilla de noche, lo localizó con insospechada rapidez y lo aplastó sin
miramientos. Contempló el cadáver durante unos segundos, satisfecho de sí
mismo. Limpiando con el dorso de su mano derecha los restos del bicho que
habían quedado en la revista se acostó de nuevo. Pero una vez
en la cama sintió tal remordimiento de conciencia que no pegó ojo el resto de
la noche.
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