La herramienta de trabajo era un niño muerto. Cuando la sufrida madre
pedía ver a su hijo recién nacido, le enseñaban el muertito. Otra vez será,
hija mía, consolaba la monjita nazi. La espeluznante herramienta había que
renovarla cada cierto tiempo: los frigoríficos eran muy rudimentarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario