Hace muchos años me dio calabazas con muy mala leche. Hoy hemos
coincidido en la farmacia. Inesperadamente, se me ha acercado. “Hola Ginés.
Cuánto tiempo. Qué bien te veo”. Yo, en vez de soltarle en la jeta: “Estoy de
puta madre. No como tú, que estás hecha una mierda, cariño”, me he limitado a
sonreír como un pistolero errante y seguro de sí mismo, consciente de que ni
siquiera va a tener que desenfundar su Colt Dragoon para ganar el duelo.
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