Tras comandar el ejército que ha aplastado la desesperada rebelión de los sin nada, más
romántica que peligrosa, contempla, melancólico, el horizonte. ¿Y ahora qué?, se
pregunta en voz baja. Y como respuesta, que él no ha pedido, ni siquiera a sí
mismo, siente en el cogote la sonrisa de hiena de su lugarteniente.
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