Hay frases falaces, tóxicas, que se repiten una y otra vez con la intención de hacerlas pasar por verdaderas y saludables y embaucar al imprudente espectador y otras que por mucho que se repitan no pierden su frescura verdadera, como esta: "Me hago el tonto para descubrir a los que van de listos". 
 
 
 
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