A traición, como el puñetazo marrullero lanzado por el matón de un oscuro
billar, la memoria me golpea en la cabeza con la imagen de mi padre muerto en el
suelo de la cocina, acompañado por nuestro gato, que lo lame varias veces y
después me mira sin comprender… Pero yo encajo la imagen traicionera, y contraataco
recordando a mi padre desternillándose de risa, viendo, una y otra vez, la genial
escena del camarote de Una noche en la ópera, protagonizada por los
inolvidables e irrepetibles hermanos Marx.
Los gatos se burlan de nosotros mientras nosotros nos reímos de los colapsados camarotes.
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