Tras el trasplante, el médico, excelente profesional, me dijo: “Tu
madre me ha dicho que tenéis un gato en casa… Los gatos transmiten muchas enfermedades”.
Yo repliqué: “Amigo, mi gato es más limpio que muchos tipos con los que me tropiezo
por la calle. El gato lleva trece años con nosotros: es de la familia. El gato se
queda”. Ahora mismo está durmiendo (el gato, no el médico) abrazado a una preciosa
muñeca de porcelana de la que lleva años enamorado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario