Esta mañana he pateado sin querer un bote de cerveza que alguien había
dejado en la calle: aún le quedaba néctar, que se ha derramado, triste y
desvalido, por el suelo. Tras el siniestro, he acudido a un bar cercano y me he
tomado una caña para homenajear los restos del bote malparado. La camarera ha
querido acompañarme en el sentimiento tomándose una coca cola cero. Le he
pedido amablemente que me dejara en paz.
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