miércoles, 19 de agosto de 2015

¡Ah!, el momento en que descubres que uno de tus clásicos (cada uno tiene los suyos)  detestaba, o detesta (hay clásicos vivos), el mismo libro “imprescindible” que tú detestabas secretamente hasta ese mismo instante, instante  liberador, indudablemente. Y a partir de ese momento, te desahogas a gusto contra ese libro “que los listos consideran lectura obligada. ¡Pues no señor! Porque como dice el grandísimo escritor (pon el nombre que creas conveniente), se trata de un mamotreto sobrevalorado e indigerible, un auténtico coñazo”. Y en este plan. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario