Me gustan los días de viento frío, y el sol abriéndose paso hasta mí…
Ya me gustaban cuando era niño y me sentaba en aquel balcón que ahora sólo veo
desde abajo cuando doy un paseo por mi antiguo
barrio. Lo que no sé es por qué me gustaba sentir esta batalla melancólica entre
el sol y el viento frío siendo tan pequeño. Mi madre: ¡Entra de una vez! Tampoco
sé dónde empieza la metáfora, si la hay, y dónde acaba en esta confesión.
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