Era muy bonito aquel vestido, sí, pero no había de su talla, recuerda. “¿Cuántos
vestidos preciosos no he podido comprar por no haber de mi talla?”, se pregunta
mentalmente. “Muchos, demasiados”, musita para su coleto, ruborizándose… Entonces,
levanta la cabeza, se encara con sus
alumnos y les grita, fuera de sí: “¡Silencio, joder!
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