jueves, 14 de febrero de 2013


Detesto a los que van por el mundo con un discurso portátil, sospechosamente coherente, que sueltan en cualquier sitio. Jamás dudan, y encuentran con siniestra facilidad respuestas a todos los problemas de la vida. No son de fiar esta caterva de vendedores de humo, adalides del pensamiento sumario, porque la vida es todo lo contrario de un discurso coherente: la vida se manifiesta como un devenir absurdo y fragmentario. Si no fuera porque sus disparates han justificado, y siguen justificando, la creación de auténticos infiernos en la tierra, en donde se practica el exterminio de los descreídos de sus dogmas, nos harían reír… Hay que prestar atención, porque vienen tanto por la derecha como por la izquierda, y huir de ellos como de la peor de las pestes. 

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