jueves, 14 de febrero de 2013

En esa estafa que fue la venta de preferentes de Bankia, Caixa NovaGalicia, etc. me repugna especialmente la traición de la confianza por parte de los empleados a clientes de toda una vida. La obediencia debida, tan repugnante como frecuente, no puede justificar la infamia de estafar a personas que, repito, confiaban en dichos empleados, en muchos casos de una forma que más que imprudente, fue ciega. Las órdenes venían de la cúpula del banco, sí, pero el indecente acatamiento de esas órdenes hay que atribuirlo a esos miserables empleados, siervos asustadizos e inmorales, que materializaron la estafa.

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