EL ARTE DE LA IMPRUDENCIA
Lleva cinco años
en paro. En ese agónico período de tiempo su mujer ha tenido
dos hijos más. Cuando era padre de un solo hijo, y buscaba trabajo, podía elegir
(hasta cierto punto) y descartar ciertas ofertas de empleo, cuyas condiciones
laborales eran espantosas (prácticamente había que pagar por ser esclavo). Ahora,
con dos hijos más, cuando va a buscar trabajo, tiene que aceptar lo que le
ofrecen, aunque las condiciones sean leoninas. Los tiburones empresariales lloran
de emoción, y se frotan las manos, cuando piensan en trabajadores tan menesterosos
e indefensos como él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario