martes, 29 de octubre de 2013

He leído mucho y bien (sigo haciéndolo), pero no vivo en los libros. Siempre he querido mantener el contacto con realidad, y no consiento que nadie vea la vida por mí…Hace años trabajé, por ganar un dinero y para enfangarme en la vida real y terminante, en una fundición (no confundir con fundación). Era un trabajo muy duro y muy peligroso. Los obreros de las otras secciones (era una fábrica de Zinc) llamaban al lugar en donde sudábamos como bestias “el matacristianos”. Como compañeros tuve a Antonio y a mi tocayo Ginés. Jamás olvidaré a estos hombres duros, que tanto me ayudaron, y de los que tanto aprendí. Pocas veces he gastado el dinero tan a gusto como cuando pagué los mecheros que les regalé como despedida. Recuerdo que trabajar en aquel sitio infernal y siniestro me quitó de la cabeza unas cuantas tonterías librescas, escritas por imbéciles ilustrados. Fue un baño de realidad verdaderamente educativo.

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