domingo, 13 de octubre de 2013

Vienen miles en insignificantes cáscaras de nuez, huyendo del infierno (que no es un concepto filosófico o religioso, nene), y la mayoría de las veces naufragan en el desesperado, heroico, intento. Los sesudos profesores de las más prestigiosas facultades de periodismo, sabedores de que a veces estos infelices vienen acompañados de sus hijos, enseñan a sus alumnos que los negritos llorosos y aterrados son estupendos para abrir los telediarios. (En los exámenes nunca se pregunta sobre este tipo de cínicas enseñanzas: está muy feo que quede constancia por escrito de este tipo de lecciones magistrales.) Las personas de orden de las ciudades portuarias a la que llegan estos desgraciados lloran convenientemente por los inmigrantes muertos, a la vez que exigen, enjugándose las aparentes lágrimas, que los supervivientes sean deportados sin contemplaciones.

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