sábado, 30 de marzo de 2013


El Papa Francisco sabe cuál es el mayor problema de la Iglesia Católica hoy en día: la pérdida de fieles. El Papa Francisco sabe que los símbolos son muy importantes, no en vano el hombre es un animal simbólico. Por ello, para reclutar nuevos fieles (evangelizar) hay que interpretar correctamente: hay que tirarse a suelo para rezar (sin cojín hubiera sido mucho más impactante), hay que pedir a los sacerdotes que sean “pastores con olor a oveja”, hay que proclamar a los cuatro vientos, una y otra vez, para que lo oiga todo el mundo, sobre todo aquellos que se alejaron, con sus familias, de la Iglesia por sus casos de pederastia o porque el Instituto de Obras Religiosas (Banco Vaticano) blanquea  el dinero a las mafias de la prostitución, que ahora está en la silla de Pedro un hombre humilde (lo de la humildad hay que repetirlo las veces que haga falta, pero sin aburrir a las ovejas), que erradicará ¿milagrosamente? toda la infamia que ha acompañado a la Iglesia durante siglos, un hombre humilde que oficia misa para el personal de mantenimiento del Vaticano. Vamos, de una humildad acrisolada. El Papa Francisco es muy inteligente: sabe que el hombre es muy devoto de las apariencias.

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