Siempre que termino de leer un libro me gusta releer las páginas que
más me han gustado. Es lo que estoy haciendo con “Viviré con su nombre, morirá
con el mío”, releer las páginas en las que Semprún recuerda la promiscuidad
devastadora que se vivía en Buchenwald, que obligaba a realizar todas las
tareas cotidianas sin la más mínima intimidad. Para él este hecho denigrante fue
tan humillante, o más, que las continuas palizas de las bestias SS. Lo que
ocurre es que no es tan espectacular a la hora de contarlo…Me emociona hasta
las lágrimas leer que muchos de estos pobres hombres se aferraron a la poesía y
a la música, a la Belleza, para no perder su humanidad dentro del infierno concentracionario:
Zarah Leander, Rimbaud, Federico García Lorca, Louis Armstrong…
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