martes, 12 de marzo de 2013


Siempre que termino de leer un libro me gusta releer las páginas que más me han gustado. Es lo que estoy haciendo con “Viviré con su nombre, morirá con el mío”, releer las páginas en las que Semprún recuerda la promiscuidad devastadora que se vivía en Buchenwald, que obligaba a realizar todas las tareas cotidianas sin la más mínima intimidad. Para él este hecho denigrante fue tan humillante, o más, que las continuas palizas de las bestias SS. Lo que ocurre es que no es tan espectacular a la hora de contarlo…Me emociona hasta las lágrimas leer que muchos de estos pobres hombres se aferraron a la poesía y a la música, a la Belleza, para no perder su humanidad dentro del infierno concentracionario: Zarah Leander, Rimbaud, Federico García Lorca, Louis Armstrong…

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