jueves, 14 de marzo de 2013


La jerarquía de la Iglesia Católica argentina jamás denunció los desmanes de la Junta Militar que asesinó a miles de personas desde 1976 hasta 1983. Todo lo contrario: absolvió a los torturadores, condenó a los torturados, dio cobertura “espiritual” a los bárbaros de uniforme…

Tengo delante una foto en la que aparece una compañero del sencillísimo Papa Francisco, dando la comunión al monstruoso dictador Jorge Rafael Videla…El Papa Francisco es latinoamericano, sí. Este Papa Francisco viaja en autobús y le encanta estar con sus pobres, sobre todo de espíritu. Enternecedor. El hombre que escribió que el matrimonio entre homosexuales es una “movida del diablo” y tiene que ser erradicada en una “guerra de Dios” ahora está al frente de la Iglesia Católica. Vale. Este Papa no ha sido elegido entre los heroicos sacerdotes latinoamericanos que han permanecido, consecuentes con el evangelio, junto al pueblo, sufriendo las barbaridades de un poder despótico tantas veces aplaudido por la jerarquía eclesiástica a la que pertenece el Papa Francisco.

Cuando el humildísimo Papa Francisco era tan solo el humilde Jorge Mario Bergoglio no le gustó que se investigasen los desmanes de la Junta Militar. No quería que se supiese, por ejemplo, que la jerarquía eclesiástica, de la que él ya formaba parte, miró para otro lado mientras los esbirros de Videla robaban hijos recién nacidos a sus desamparadas madres; se los arrebataban para entregárselos a familias afines al régimen. No quería que el mundo conociese el silencio cómplice y miserable de los jerarcas de la Iglesia Católica argentina con estas y otras salvajadas.

Cuando destacados miembros de la Iglesia Católica se preguntan por qué pierden fieles todos los santos días, la respuestas son sencillas de exponer: por ir de la mano del poderoso, por tratar de llevar al pueblo en un puño, por condenar los avances científicos, por sus espeluznantes casos de pederastia, por blanquear el dinero de criminales, y a partir de ayer, por elegir a un inmoral como Jorge Mario Bergoglio como su máximo representante.

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