El terrorista es la peor especie de asesino: el asesino cobarde. Su desquiciada
mente de psicópata decide quién debe morir, quién debe ser sacrificado en cualquiera
de los múltiples altares de la sinrazón. El atentado de Boston es absolutamente
reprobable: nadie tiene derecho a colocar una bomba en medio de una pacífica
multitud. Uno de los espectáculos más civiles que ha inventado el hombre, la
maratón, acaba en catástrofe por culpa del fanatismo. Qué triste.
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