En la portada del periódico que lee todas las mañanas mientras toma un
café viene esta noticia: “El secuestrador de Cleveland, hallado muerto en su
celda”. Entonces, el lector biempensante, progre entre los progres, firme
defensor de la abolición de la pena de muerte en todo el mundo mundial, siente
una inesperada satisfacción, sí, sí, es indudable, una clara satisfacción por
la desaparición de semejante indeseable de la faz de la Tierra. Ruborizado, suelta el periódico como si
estuviera contaminado, paga el café que no ha tocado, y huye despavorido.
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