martes, 3 de septiembre de 2013

Servir comida y bebida a todo lo que dé de sí la máquina (antes, camarero o camarera), de sol a sol, sin contrato de trabajo, o con uno de juguete, diciendo amén a todo lo que ordene el jefe, sin rechistar ante la pésima educación de muchos clientes, sonriendo en todo momento, y con la amenaza permanente de ser desconectado de la cadena de producción en cuanto al amo se le antoje (insisto en que ya no hablamos de personas, sino de máquinas), son las indignas condiciones impuestas por los piratas hosteleros en la ciudad portuaria en la que vivo. Los cruceristas inundan las calles atraídos por una oferta turística basada en la explotación laboral sin cuento y en el sálvese quien pueda empresarial. En esto consiste la tan cacareada competitividad de la Marca España.

No hay comentarios:

Publicar un comentario