Estoy en un organismo oficial (no importa cuál) porque necesito realizar
un trámite ineludible. Tengo delante a un tipo que protesta por lo que
considera una injusticia mayúscula. Poco a poco se va cargando de razón, cada
vez más violento; se gira, y, vociferando sus quejas, se dirige hacia quienes, detrás
de él, guardamos nuestro turno, esperando que nos solidaricemos con su santa
indignación. Ya energúmeno total, vuelve a encararse con la chica de la
ventanilla y la insulta; ella, aterrada, le informa de que existe un impreso
para elevar su protesta a la instancia responsable de enmendar el supuesto atropello.
Y entonces ocurre lo de siempre: el españolito bravucón escupe: “¡Vamos, calla!
Yo no voy a perder el tiempo rellenando impresos de mierda”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario