Gordita resultona.
Pocas mujeres son tan generosas y complacientes, en todos los sentidos.
Pero somos tan imbéciles que la solemos cambiar por una niñata, monísima y
estúpida, para dar envidia a los amigos. No tardamos en arrepentirnos. Pronto
llega la primera pataleta de este espléndido trozo de carne con tacones. Entonces,
intentamos volver con la gordita resultona, y nos encontramos con un caballero,
que sí sabe apreciarla, y que nos advierte de que si nos acercamos a ella, se
hará un collar con nuestros dientes. Ella nos mira con sonrisa satisfecha detrás de él. Solo apta para hombres de verdad.
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