sábado, 29 de junio de 2013

Recién levantado es cuando más lo maltrata. “Estoy hasta los cojones”, clama furibundo. Paga con el escuálido minino la caída en picado de su negocio de hostelería. Paga con el pobre animal las continuas infidelidades de su mujer. Ahora, el gato está frente a mí, en el patio de mi casa. Es la viva imagen del desvalimiento. Me mira con un temor infinito. Intento acariciarlo, pero huye despavorido.

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