Uno de los “aguadores” avista las lecheras entrando en el barrio.
¡Agua! ¡Agua! ¡Maderos! ¡Me cago en la puta de oros! Los que currelan dentro del garito
empiezan a quemar la cocaína a toda prisa. Una vez que los maderos están frente
a la puerta del búnker que tienen órdenes de registrar observan que sale humo
por debajo de la puerta. ¡Policía! Con un ariete metálico, dos agentes tardan
casi un minuto en echar la puerta abajo. Humo, toses, forcejeos. Rápidamente,
los agentes consiguen rescatar con vida a los traficantes. Unos y otros, con
las caras sucias de hollín, posan para el fotógrafo de un periódico
local.
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