Esta tarde he conocido a una chica en la playa y he entablado conversación
con ella, con intenciones sexuales, todo sea dicho. Mientras conversábamos ha
recibido un mensaje, y tras leerlo, me ha contado, exultante: “Ya tengo la
entrada para los toros. Sigo a ese torero (“El niño sin neuronas”) desde que vi
cómo un toro lo cogía. A punto estuvo de matarlo. Fue una faena estupenda”. Confieso que, disimuladamente, me he tocado la
polla a ver si aún estaba allí. Afortunadamente, allí seguía, minúscula y
acojonada, nunca mejor dicho. He inventado una excusa y he huido de esta mujer:
yo creo que era de Tordesillas.
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