Uno es capaz de convencerse de prácticamente cualquier cosa. Puede
ocurrir que te enamores de una chica hasta el aborregamiento más absoluto. Y tu
madre, erre que erre: “No te conviene, hijo. No te conviene”. Y tú, indignado y
más ciego que una patata, preguntas: "¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? No tienes
argumentos. Lo que pasa es que te cae mal porque no sabe cocinar. Y punto". Y tu
madre, hasta el moño de advertirte inútilmente, explota: “¡Porque se está acostando
con tu hermano rico, pasmao!”.
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