Me gusta leer en un
banco del puerto que está muy cerca de donde se ponen, e incluso se colocan, los
pescadores de caña. De vez en cuando, levanto la vista del libro, presto
atención a sus conversaciones y me lo paso bomba. Esta tarde he presenciado
cómo un viejecito armado con una caña que seguramente le regaló alguno de los
legionarios de Escipión “El Africano”, si no el mismo Escipión, daba un repaso
teórico y práctico a un nene de esos que creen que, aunque no hayas pescado en
tu vida, si tienes dinero para comprar artilugios de pesca estás listo para
pescar. “¿Qué es esto, abuelo?” “Esto es un carrete, pero no vale para ninguna
de las cinco cañas que has comprado, atontao”.
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