Hace años tuve un rollito de primavera con una preciosa cocinera china.
Un día le toqué el culo a su hermana, que, inmediatamente, se lo dijo a mi cocinera.
Esta, roja de ira (estaba rara, la verdad), me acusó de infiel tirando a guarro.
Yo alegué en mi defensa que era capaz de distinguirlas de frente, no de
espaldas. No me creyó.
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