Las mudanzas tienen su origen en la Prehistoria. Las familias adoptaban
un bebé dinosaurio como mascota, y luego pasaba lo que estaba cantado que tenía
que pasar: el pequeñín se convertía en una bestia que no cabía en la cueva,
sobre todo si ésta era de protección oficial. “Nos mudaremos a otra cueva más
grande”, anunciaba el Homo erectus. Y la Homa erectus se ponía tan contenta que
le soltaba dos hostias (A.C) con mucho amor a su Homo hecho, derecho y
resolutivo. Por cierto, el masoquismo también tiene su origen en la
Prehistoria.
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