domingo, 11 de agosto de 2013

EL VIEJO CASERÓN

Entra llevando de la mano a su nieto más pequeño. Deambula por las diferentes estancias sin soltar al niño ni un solo instante, y comprueba que el viejo caserón está completamente rehabilitado. Al pasar delante de un antiguo espejo, como sangre que mana de una vieja herida, vienen a su memoria los gritos de los vecinos del barrio entrando atropelladamente, acosados por la muerte. Durante unos segundos revive el pánico, una garra de acero que le estruja el corazón, y los ojos queriendo escapar de las cuencas, alucinados. Ve a aquella niña mugrienta temblando abrazada a su muñeca.
-Yo tenía tu edad cuando me refugiaba aquí con mi madre durante los inclementes bombardeos.- confiesa a su nieto. 
Recuerda los llantos de los bebés en brazos de sus jovencísimas y famélicas madres, imposibles de acallar…

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